Borrar
Descarga de racimos en un viñedo de Rioja para controlar la producción. :: justo rodríguez
Calidad y cantidad no son incompatibles

Calidad y cantidad no son incompatibles

Rioja debería aceptar que la viticultura de alto rendimiento es ya una realidad y ello precisa un nuevo ordenamiento

ANTONIO REMESAL VILLAR

LOGROÑO.

Miércoles, 23 de mayo 2018, 09:04

Necesitas ser suscriptor para acceder a esta funcionalidad.

Compartir

A resultas del refranero, calidad y cantidad se muestran antagónicos: «Mejor poco y bueno que mucho y malo», «más vale bueno que mucho», «fíjate en la calidad y no en la cantidad»... Pero la calidad, aparte de una serie de características intrínsecas a un producto que hacen que se valore como bueno, es igualmente la que corresponde al mismo por cumplir unos mínimos convenidos a precio moderado.

En la viña es asumida la relación inversa entre calidad y cantidad: si la producción es extrema la calidad se resiente, siendo los viñedos de bajos rendimientos los que brindan mejor calidad. El mismo Pliego de Condiciones de la DOC Rioja, con el objetivo de alcanzar la mejor calidad posible, establece el sistema de conducción del viñedo, el número de yemas por cepa y superficie y, en vendimia, los kilos de uva que como máximo se pueden producir por hectárea, según se trate de uva blanca o tinta.

La limitación de rendimientos es un método de preservar la calidad, pero las restricciones normativas son también imagen y un mecanismo de autorregulación. Ningún técnico puede negar que se puede conseguir un vino muy digno en un viñedo de tempranillo manejado adecuadamente que produzca 10.000 kg/ha de uva. Una equiparación de rendimientos bajos con calidad extra y de rendimientos elevados con calidad mediocre sería, como poco, simplista.

Los vinos singulares y de pueblo son un paso hacia la diferenciación de Riojas, pero aún insuficiente

Tampoco dice mucho sobre calidad los kilos de uva asignados a un viñedo concreto en vendimia: no es lo mismo la calidad asociada a un viñedo que por su naturaleza da pocos kilos, que otro con alto potencial productivo que llega al final de su ciclo con altos rendimientos y que, para cumplir los mínimos que marca el Consejo, se hace una entresaca de racimos previa a la vendimia. O peor aún, cuando su exceso de producción se asigna a otro viñedo que no llegue al rendimiento máximo establecido.

Desde siempre la viña ha sido cultivada en los terrenos hostiles, de baja fertilidad, proclives a rendimientos reducidos. En los últimos tiempos la uva para vinificación se ha ido trasladando a otras ubicaciones, desplazando a otros cultivos incluso de regadío. En estos suelos más fértiles la viña vegeta a sus anchas, lo cual no es bueno para la viña, al contrario que para otros cultivos, siendo necesarias las intervenciones continuas para mantener el viñedo en buenas condiciones sanitarias y que la maduración llegue a feliz término.

El buen hacer de la mayoría de productores unido al crecimiento y diversificación de Rioja y la coexistencia de vinos de perfil y calidad intrínseca muy variados ha propiciado un crecimiento en cifras y también del espectro de clientes. Poniéndonos en los dos extremos, Rioja es, ahora mismo, por un lado la viticultura de los que se aferran a la excelencia cualesquiera que sean los costes y, en el otro, la de grandes superficies y potencial productivo alto al menor coste posible (kilogrados/ha). Un esquema que, ordenado, sería perfecto, susceptible de dar resultados económicos interesantes para todos los agentes implicados, y capaz de satisfacer a consumidores bien distintos.

La calidad de un vino depende de la forma en que éste logre cubrir los deseos del cliente. Calidad es un concepto relativo que está relacionado con las propias percepciones e implica la satisfacción de necesidades y expectativas. Calidad, por supuesto, son muchos de los vinos de Rioja producidos en viñedos concretos, con bajos rendimientos, en ideales condiciones de cultivo y con todas las técnicas enológicas que permiten obtener el mayor provecho posible a una uva excepcional. Uva cultivada en condiciones difíciles, sin escatimar gastos en manejo y cuidados y rendimientos limitados. Uva que da como resultado vinos singulares, de elevado precio, restringidos a clientes muy selectivos, con alto poder adquisitivo u ocasiones muy concretas. Pero la calidad no es solo patrimonio de estos vinos a la cata soberbios.

¿De qué le sirve a la mayoría de los mortales que existan botellas de vino extraordinarios si nos resultan inaccesibles?. Calidad es, también, la de un vino correcto que nos hagan disfrutar de su bebida a precio moderado y que nos los podamos permitir todos los días. Calidad del día a día, de «andar por casa». Esto es calidad para la mayoría, a no ser que usted sea Onassis: «La buena vida es cara, hay otra más barata, pero no es vida».

Ahora mismo bajo el paraguas del nombre Rioja, y no siempre como vino amparado debidamente etiquetado, se oferta tanto la calidad que demanda el cliente más exquisito, la de un restaurador que quiere un vino Rioja estándar, la que busca un joven con poco poder adquisitivo que se está introduciendo en el conocimiento del vino, o la del consumidor que quiere un vino correcto a precio moderado. Modos distintos de entender el vino y la calidad pero modelos, al fin y al cabo, compatibles, que pueden coexistir siempre que el mercado sea honesto, transparente y convenientemente regulado.

Conflicto y posible solución

Una regulación obsoleta en la DOC, y lagunas apreciables en el control, ha dado lugar a una parte de la oferta de vino que vive de las rentas de la buena imagen del Rioja, históricamente conquistada y reforzada por señaladas referencias. En los mismos canales o paralelos y compitiendo de forma desleal con el Rioja «genuino», cultivado en terrenos con verdadera vocación vitivinícola, se comercializa un extra de vino, en parte por debajo de los niveles estándar y, también, excedentes que, aunque no amparados, van a parar al mercado. El conflicto está servido.

Una posible solución a las diferencias entre productores con filosofías de negocio tan dispares pasa primero por aceptar lo que somos: la agricultura de la uva para vinificación de altos rendimientos es ya una parte de Rioja, y, segundo, crear un ordenamiento de acuerdo a la oferta variada de producciones. De esta manera se podría adecuar la viticultura al potencial vitícola de cada parcela y dirigir cada vino al nicho de mercado que le corresponde. Viticultores y bodegas se esmerarían en su especialidad con la seguridad de un mercado transparente.

La consideración de las figuras de 'Vinos singulares' y de 'Vinos de municipio' en la oferta del Rioja es un paso en este sentido pero aún insuficiente: no abarca más que unos vinos concretos de alta gama. Lo que se debe plantear es una categorización de los vinos producidos en el área de la Denominación. De todos. Con distintos formatos, presentaciones y etiquetados, para que clientes y consumidores sepan lo que compran. Vinos, unos, con precio alto para clientes exclusivos y ocasiones especiales y otros, con precio asequible para todos. Con uvas de viñedos de bajos rendimientos y, también, de otros, incluso con producciones por encima de las actualmente amparadas y formatos para algunos impensables ahora mismo. Todos de calidad y de Rioja.

Reporta un error en esta noticia

* Campos obligatorios