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La originalidad del origen

  • Familia Martínez Bujanda, en el club de catas de lomejordelvinoderioja.com | Lauren Rosillo reivindica la identidad y personalidad única de los vinos de finca con un didáctico y diverso viaje vitivinícola por Rueda, Rioja y La Mancha

¿Qué tienen que ver los langostinos con el vino? Más bien poco, pero es el ejemplo al que recurrió Lauren Rosillo, director técnico de Familia Martínez Bujanda, para ilustrar el debate de diferenciación de vinos en que se encuentra Rioja desde hace un par de años a la espera de una nueva regulación: «Tenemos langostinos de Sanlúcar de Barrameda, escasos y con unas características especiales, y tenemos también langostinos de Mercadona, lógicamente con un precio diferente», explicó el enólogo. «Eso lo entiende todo el mundo –añadió– pero, cuando hablamos de vinos, no tenemos tan clara esa diferenciación básica porque la legislación hasta hoy apenas distingue entre vinos más allá del tiempo en estancia en madera».

Rosillo presentó el jueves por la noche los vinos de finca de Familia Martínez Bujanda, un viaje por Rueda, Rioja y La Mancha, regiones vitícolas muy dispares pero con un denominador común en el caso del grupo bodeguero como es la elaboración de vinos de finca, con uvas exclusivas de los viñedos que cultiva y sometidos variabilidad climática: «Yo distingo entre dos tipos de vinos, un vino cultural ligado al territorio, que es irrepetible porque no hay dos terruños iguales, y un vino como alimento, para consumo diario y diferentes calidades, normalmente siempre agradable pero que responde a un patrón globalizado».

Con estos mimbres comenzó la cata el enólogo con el Finca Montepedroso Blanco, el único vino que la familia elabora en Rueda en una bodega que inauguró en el año 2012: «Llegamos a Rueda con la intención de hacer un vino auténtico de verdejo, sin ‘maquillajes’ de levaduras para potenciar los perfiles más aromáticos y sin aportes de sauvignon blanc», explicó el enólogo. «Verdejo en su pura expresión de Rueda, con un crianza sobre lías en inoxidable y hormigón conscientes del potencial de envejecimiento, de longevidad que tienen estos vinos pese a que en España el consumidor de blanco se inclina por los vinos jóvenes de añada».

Rosillo presentó la última cosecha de Rueda, Finca Montepedroso 2016, y la primera del 2010, con resultados sorprendentes ya a primera vista: la evolución del aspecto, el color, de un vino con seis años es prácticamente inexistente manteniendo un amarillo pálido inmutable. En la cata, los cítricos marcan la nariz del Montepedroso joven, lejos de los aromas tropicales de la generalidad de Rueda, mientras que en el Montepedroso 2010 la frescura sigue ahí, sujetada por una acidez natural, con complejidad y mineralidad, y una boca espectacular. Un verdejo para descubrir y para disfrutar, fuera del circuito más comercial y consecuencia de un clima extremo, con elevadísimos contrastes térmicos y un suelo de aluvial en la meseta donde enraízan los viñedos.

Elegancia y rotundidad

El viaje de cata de Familia Martínez Bujanda continuó en Finca Valpiedra, la bodega insignia del grupo, en una plantación en terrazas sobre uno de los grandes meandros del Ebro entre Cenicero y Fuenmayor. Rosillo presentó dos añadas contrapuestas, la complicada 2013 con el Cantos de Valpiedra y la ‘sencilla’ 2010 para el Finca Valpiedra: «El clima es fundamental en nuestros vinos y en 2013 decidimos no sacar Finca Valpiedra porque entendimos que la añada no lo permitía, sin embargo, la 2010 creo que es la mejor cosecha que he vinificado en Rioja», aclaró el enólogo.

La elegancia y delicadeza está presente en ambos vinos, con una profundidad superior en el Finca Valpiedra: «La selección de los viñedos para cada vino la marca básicamente el suelo, los más arcillosos –dentro de una paisaje general marcado por el suelo aluvial, los cantos rodados–, que nos darán más concentración, van para el Finca y los otros para el Cantos». El enólogo aspira a elaborar un vino de larga guarda con Finca Valpiedra y es que tiene claro que Rioja y otras pocas zonas del mundo han demostrado esa aptitud: «Intento controlar el grado, no pasarme de 13 si la añada me lo permite y, poco a poco, vamos consiguiendo explotar la singuaridad de la finca».

Singular también es Finca Antigua, un gran viñedo (420 hectáreas) extremo en Cuenca (La Mancha) a 900 metros de altitud: «Todos los vinos que hacemos allí son de finca, salvo Clavis, que procede de una única parcela de 6 hectáreas con un conjunto de hasta ocho variedades desordenadas». Rosillo presentó en la cata la añada 2010 del Clavis, un vino rotundo, muy diferente a Rioja y que, seguro, encantó a algunos y no tanto a otros. Cosas de la singularidad, como la que tiene también el Finca Antigua Naturalmente Dulce 2015, un vino para ‘comérselo’ como fruta fresca y que el enólogo consigue tras el asolado durante diez días en el mismo suelo tras la vendimia: «Ponemos la comida a los jabalíes en bandeja, así que tenemos que tener personal vigilando el asolado...», explicó.

En resumen, una gran cata de vinos de finca, de paisajes diversos que, como bien dijo el enólogo, son «mejores o peores al gusto de cada cual, pero irrepetibles».

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