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Miguel Herreros

Así fue la cata con Cupani y Olmaza

Miguel Eguíluz (Cupani) y José Gil (Olmaza) demuestran para el club de catas de lomejordelvinoderioja.com, con siete vinos totalmente diferentes, la extraordinaria versatilidad de un único municipio: San Vicente

Alberto Gil

Logroño

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Jueves, 28 de junio 2018

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La ecuación prometía y no defraudo. Viticultores jóvenes y viejos viñedos familiares, con una localidad vitícola histórica como San Vicente de la Sonsierra de referencia, era la propuesta con la que José Gil, Bodegas Olmaza, y Miguel Eguíluz, Bodegas Cupani, acudieron al club de lomejordelvinoderioja.com. La frescura, tanto de los vinos como de sus autores, convirtió la cata del pasado miércoles por la noche en una de las mejores de las ya más de diez temporadas de este foro por el que han pasado alrededor de un centenar de bodegas de Rioja.

Los vinos de la cata

Olmaza Maceración Carbónica 2017: 5 euros

Osluna 2014: 10 euro

Cupani 2015: 16 euros

Cupani Garnacha 2015: 30 euros

Baskunes 2014: 30 euros

José Gil Vigneron (vino de San Vicente): 14 euros

José Gil Vigneron La Cóncova: 20 euros

Los viticultores detallaron las características, el terroir, de este municipio de 48 kilómetros cuadrados en los que prácticamente toda la superficie de cultivo es viñedo y en el que todos sus habitantes viven de la viticultura.

Clima más atlántico en las zonas más altas, más mediterráneo en las cercanías del río; suelos arcillo calcáreos en general, pero con zonas de más caliza y más canto rodado en los aluviales; y diferentes formas de trabajar y entender los viñedos para una propuesta de siete vinos, todos muy diferentes entre sí: «No es fácil encontrar un municipio donde más del 80% del viñedo, incluidas las nuevas plantaciones, son en vaso», explicó José Gil. «El agricultor de San Vicente trabaja mucho». Lo dijo un viticultor, cuyo padre y tío, la familia Gil Varela, curraron de jornaleros durante décadas para otras bodegas hasta que en 1986 comenzaron a elaborar en un lagar del pueblo y en el año 2002 en las actuales instalaciones de Bodegas Olmaza con marca propia.

Tras estudiar enología -sin dejar de pisar la viña a diario-, comenzó a elaborar los vinos de la familia a partir del año 2012, en una trayectoria similar a la de su amigo y compañero de cata, Miguel Eguíluz: «Mi hermano y yo se lo debemos todo a mis abuelos y, especialmente, a mi padre que fue comprando viñedos y trabajándolos, incluso a contracorriente, con la idea de que nosotros podamos elaborar los mejores vinos posibles», explicó Miguel. «Mi padre -agregó- trabaja desde los años 90 sin herbicidas, con cubiertas vegetales, cuando entonces los agricultores de toda la vida del pueblo te llamaban 'vago' porque les gustaba ver los viñedos impolutos, pero ahora vemos que los elaboradores más prestigiosos siguen este mismo método de cultivo».

La cata

José Gil comenzó con dos de las referencias etiquetas como bodegas Olmaza. Un espectacular Olmaza Maceración Carbónica 2017, elaborado con las viñedos más viejos de la familia: «Cómo podemos presentar una cata de San Vicente sin un maceración carbónica», preguntó el viticultor a los asistentes. «Es el vino identidad de la comarca, como se elaboraba durante siglos hasta que llegaron los bordeleses en el siglo XIX». Y, así, artesanía pura en los dos lagos de hormigón de la vieja bodega pueblo, siguen elaborando este vino la familia Gil Varela, con la peculiaridad de un importante aporte de garnacha al tempranillo y a la viura: «La garnacha siempre existía en los viñedos más viejos, mezcladas en cepas con el propio tempranillo y la viura», aclaró José Gil. Osluna 2014 es una crianza de vendimia seleccionada, un 50% con uvas de maceración carbónica y con la selección del vino 'trasnocho', el de la segunda pisada y más concentrado, y con otro 50% despalillado: «Me gusta la frescura que aporta la maceración también en los vinos criados».

Miguel Eguíluz recogió el testigo con Cupani 2015, un 100% tempranillo cuyo nombre es una sinonimia de la propia variedad de uva: «La encontró mi padre leyendo textos antiguos, concremente de 1862 y decidimos que debíamos poner Cupani a nuestros vinos y la bodega». El vino nace de una finca, San Andrés, rodeada de uno de los yacimientos arqueológicos más importantes de la Sonsierra: «Son 3,5 hectáreas, plantadas en 1980 en la zona alta de San Vicente, en las faldas de la sierra».

Un vinazo, con consistencia y muy buena integración de una madera fina. Cupani Garnacha 2015 procede de otra zona, de otra parcela, donde la familia Eguiluz tiene apenas 800 cepas de garnachas centenarias con unos brazos y troncos espectaculares: «Nos da para 560 botellas en un año bueno y hacemos el vino cuando realmente estamos convencidos». «La primera vinificación la hicimos en 2008 pero no lo comercializamos hasta el 2012 y en el 2013, como no nos gustó, no salió al mercado».

De nuevo, potencia y frescura en la copa, en un modelo, el de los Eguíluz, que trabaja con varitales en lugar de con las mezclas de uva como los Gil Varela: «Buscamos la expresión de los suelos y la esencia de este viejo viñedo, lo más pura posible».

Baskunes 2014 es otro vino rotundo de carga frutal, etiquetado como genérico pero con una crianza en barrica (24 meses) y botella que perfectamente podría catalogarse como reserva. El vino procede de la misma parcela de las garnachas, en pequeñas superficies que la familia fue comprando a viejos viticultores para juntar poco más de una hectárea y, en este caso, de nuevo con el tempranillo, el cupani, como protagonista: «Es un vino más potente y complejo, con viñas de entre 50 y 75 años, y con un suelo arcillo ferroso que marca mucho el perfil frutal y la propia consistencia del vino».

José Gil concluyó la cata con dos de los vinos que personalmente elabora en una cueva del castillo de San Vicente, con una selección de pequeñas parcelas, mejor dicho corritos de parcelas, y unas producciones limitadísimas, en este caso despalilladas cuidadosamente: «Soy un enamorado de Borgoña y me encanta conocer y explorar nuestros propios viñedos». José Gil Vino de San Vicente 2016 es una elaboración de pueblo, con uvas de tres parcelas diferentes, con diferentes altitudes y suelos, y con las que el viticultor intenta reunir la rica diversidad del municipio. Un concepto más fresco, más floral y ligero ('borgoña riojana') que los vinos más estructurados y madurados de su compañero y amigo, Así se pudo comprobar con el último vino de la noche, José Gil La Cóncova 2016, con el que demostró cómo se pueden hacer grandes vinos totalmente diferentes con un mismo municipio como protagonista. La Cóncova tiene más intensidad que el primero de la colección, pero al tiempo una elegancia y delicadeza que, combinada con la frescura, apunta hacia un gran vino con recorrido por delante: «Bueno, de momento, he hecho 290 botellas, una barrica; en el 2017 la helada me arrasó, pero en el futuro iremos trabajando y seleccionando más uvas». Gustaron los vinos, todos ellos, y gustó también, y mucho, la frescura y naturalidad de los viticultores, como se apreció en el gran aplauso final de despedida.

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