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Tres fechas, tres siglos

Botellero histórico, con todas las cosechas desde 1852 (70.000 botellas), y detalle de la nave de barricas y de la jaula de la añada de 1980.
Botellero histórico, con todas las cosechas desde 1852 (70.000 botellas), y detalle de la nave de barricas y de la jaula de la añada de 1980. / JUAN MARÍN
  • Cebrián señala tres hitos en la historia de Murrieta: la fundación, la adquisición familiar y la reconstrucción de Ygay

  • La bodega presentará el año próximo en Nueva York un blanco Castillo de Ygay Gran Reserva de 1986 para sorprender al mundo

Emocionado y agradecido, Vicente Cebrián-Sagarriga, presidente de Marqués de Murrieta, no ocultó las dificultades que ha supuesto terminar un proyecto tan ambicioso como la «reconstrucción, que no rehabilitación, del Castillo de Ygay», en sus propias palabras. «He visto en estos últimos años tan difíciles para España como amigos personales tenían que cerrar bodegas, como tanta gente se iba al paro, que no puedo estar más que satisfecho por ver cumplido un sueño».

Cebrián, de sangre gallega aunque corazón riojano, recurrió a José Álvarez, un paisano maestro cantero para la inicial rehabilitación del Castillo de Ygay que, tras varios episodios de derrumbe, se convirtió en reconstrucción: 6.000 toneladas de piedra desmontadas y retocadas una a una para conservar intacto el espíritu fundacional. De hecho, una exposición fotográfica de los trabajos de montaje y desmontaje da hoy fe de las dificultades de restauración.

Luciano de Murrieta, coronel de Espartero y apasionado de la viticultura, eligió la finca Ygay en Logroño (300 hectáreas de viñedo en torno a la bodega) para establecerse y fundar Marqués de Murrieta. Aprendió, y trasladó a Rioja, las técnicas de vinificación de Burdeos y embotelló su primer vino comercial con la añada de 1852, con lo que tiene el honor de ser la primera de la era moderna de Rioja.

Una fecha clave, como lo fue también la adquisición de la bodega en 1983 por parte de Vicente Cebrián-Sagarriga, padre del actual presidente, a los descendientes dispersos del marqués. Cebrián, fallecido en 1996 de forma repentina, dejó en manos de sus entonces jóvenes hijos la responsabilidad de hacer realidad el que era su sueño: la renovación de Murrieta: «Los inicios, con 26 años, fueron muy duros, primero para asumir la soledad y luego la responsabilidad», recordó ayer el bodeguero.

Vicente Cebrián, hijo, siempre tuvo claro lo que quería: actualizar, modernizar la imagen de una bodega que no podía renunciar ni traicionar su propia historia, es decir, la elaboración de grandes vinos finos. Confío en savia nueva, como la de la entonces jovencísima enóloga María Vargas a la que dio la responsabilidad de renovar los vinos, incluido el gran reserva emblema de la casa Castillo de Ygay.

Una vez logrado, se embarcó en la rehabilitación de las instalaciones que, como se pudo comprobar ayer, respetan al 100% el espíritu original. 2014 es la tercera fecha, en su tercer siglo de vida, que Vicente Cebrián calificó de hito para Marqués de Murrieta: «El silencio con que hemos trabajado durante estos casi diez años se transformará ahora en altavoces para dar a conocer la historia de Murrieta, pero también de Rioja y de la cultura del vino de España».

El año que viene, Marqués de Murrieta presentará en Nueva York un nuevo vino: el Castillo de Igay Blanco Gran Reserva de la añada 1986, algo al alcance de muy pocas bodegas en todo el mundo y con el que hará, seguro, mucho ruido.