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Los viticultores del siglo XXI

Labores de vendimia en la Denominación de Origen Calificada Rioja.
Labores de vendimia en la Denominación de Origen Calificada Rioja. / E. DEL RÍO
  • El enólogo Antonio Remesal recomienda como lectura obligada el libro del Miguel Larreina González sobre 'Lo sviticultores del siglo XXI: La fuerza del Rioja'

«A su tiempo maduran las uvas», dice el refrán popular, y así suele ser, pero ¡qué largo se hace a veces! Ésta ha sido una de esas vendimias en las que no veíamos el momento de «soltar el remolque». Han sido dos meses peculiares en las que el proceso de maduración ha estado condicionado por una climatología de lo más desfavorable que recordamos. En realidad, cada año es diferente y son miles de viticultores, miles de familias riojanas, las que viven la maduración de la uva con estrés y zozobra. Es mucho lo que han trabajado e invertido a lo largo del año. De este riesgo, de la tensión permanente de este colectivo, de su papel trascendente en nuestra sociedad y la economía regional, habla largo y tendido el experto Miguel Larreina en su último libro: 'Los viticultores del siglo XXI: la fuerza del Rioja'.

El autor, estudioso del sector vitivinícola desde hace treinta años, destaca las grandes fortalezas del colectivo de viticultores riojanos contrastándolas con unas debilidades que se han agudizado a raíz de la última crisis, de las muchas que sufre el campo: la iniciada en 2008.

Larreina incide en la fuerza demográfica de la familia vitícola y continúa con la historia del vino Rioja, esa experiencia secular de triunfos y de fracasos que ha forjado una casta especial de agricultores. Resalta la impresionante trascendencia económica de un sector vitivinícola como el riojano, cuyo éxito comercial es precisamente la garantía de supervivencia de los que trabajamos en esto.

Incide sobre la agricultura familiar como factor de mantenimiento del mundo rural. A continuación, comenta otra fortaleza del colectivo de viticultores riojanos, la del poder que le otorgan las urnas. Finalmente, tras repasar las instituciones regionales relacionadas con la viticultura, acaba destacando un valor que ahora se empieza a reconocer, la profesionalidad, con leyes que, por fin, confieren al agricultor profesional beneficios sobre los que cuidan la tierra como actividad principal.

Pero con este libro, además de rendir homenaje al viticultor, el autor llama la atención de la sociedad sobre un colectivo que, a pesar de su tamaño y de la tradición milenaria de su actividad, sigue siendo un «gigante silencioso». Se podrá coincidir o discrepar con el doctor Larreina, pero lo cierto es que estamos ante un trabajo colosal, difícil, escrito con la cabeza y con el corazón. Los capítulos de historia y economía me han gustado especialmente, por la facilidad con que resume una realidad, que, por estar inmerso en ella, es a menudo difícilmente comprensible. Con relación al apartado final de conclusiones, no me resisto a mostrarle al lector algunas 'perlas':

1. «Hay que trasladar a la sociedad que lo más valioso del Rioja es su capital humano...» La DOC Rioja es lo que es gracias a la ruralidad, a la pervivencia de esos pequeños pueblos que sin viña estarían desiertos. Los viticultores y sus familias son la garantía de esa pervivencia, pero esa función tan dura y cara hay que «pagársela» corrigiendo las deficiencias en infraestructuras de ese mundo rural.

2. «Además de por la generación de riqueza que aporta, el trabajo del viticultor es importante porque evita la despoblación del medio rural, mantiene paisajes y ecosistemas, genera empleo en los pueblos, distribuye la riqueza en tiempos de bonanza... Si los viticultores riojanos no tienen futuro, el medio rural riojano no tendrá futuro».

3. «La viticultura es hoy en Rioja una profesión esclava, dura, para gente sufrida y callada, para estoicos. Por un lado no pueden ponerse enfermos, no pueden lesionarse, no tienen mecanismos de sustitución y, por otro lado, siempre se encuentran presionados por el calendario, el clima, la fenología y los caprichos de la viña: no hay modo de organizar con una mínima antelación unas vacaciones con la mujer y los hijos por Semana Santa, por San Bernabé, por San Mateo».

4. «La gran tensión en la que viven los viticultores se refleja en una siniestralidad y morbilidad extraordinarias que hay que estudiar y atajar. Al estrés, el cansancio, las prisas en las que vive este colectivo como causas del incremento de accidentes, se suman otros factores provocados por la crisis como el hecho cierto de que los tractores están cada vez más viejos, las menguantes pensiones obligan a trabajar más allá de la edad de jubilación, los bajos precios de la uva impiden contratar peones y obligan al viticultor a trabajar más horas de las debidas».

5. «Hoy se le exige al viticultor riojano ser experto no sólo en la viña y en maquinaria sino también en normativa medioambiental, en legislación laboral, en ayudas europeas, en legislación vitícola..., y todas sus obligaciones tienen serios perjuicios en caso de no acometerlas acertadamente. Si se equivoca en el momento o dosis del tratamiento, pierde parte de la cosecha; si no hace en la viña las operaciones marcadas por la bodega, se rescinde el contrato; un error en los papeles de uno de los peones de vendimia, multa de la Seguridad Social; si no está atento a los plazos de solicitud de ayuda a la reestructuración, adiós subvención; si no toma las debidas precauciones con el producto fitosanitario, riesgo para su salud, si se descuida con el tractor, se va al ribazo.»

En definitiva, estamos ante una lectura obligada para los viticultores, útil también para aquellos que desconocen la problemática del mundo rural. Este libro es, sin duda, una manera de acercarse a ella y por mi parte más de un día incidiré en alguno de los temas de sus páginas.