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Entre finos y recientes

  • Las añadas históricas son el reclamo rabioso más exclusivo cuando otras más recientes están mostrando todo su valor

La cosecha del 64 cumple medio siglo. Hoy pasa por ser la mejor de toda la historia del Rioja. Es, tal vez, la única sobre la que hay un consenso generalizado. Es, sigue siendo, algo que han probado muy pocos, una reducida minoria, pero se mantiene como el ‘santo grial’. Todo el mundo habla y pocos, los menos, la conocen. Los mitos y leyendas se construyen sobre los mismos cimientos. Trece años después, una cosecha más reciente como la de 2001 lleva camino de la leyenda. Son menos años pero ya va siendo hora de empezar a situarla en el altar.

Hoy, nadie se va a poner de acuerdo con la calificación de las añadas. Puede haber coincidencias en algunas apreciaciones. Pero al margen de las historias comerciales hay otros fundamentos de análisis que jamás podrán encuadrarse en marco homogéneo y menos en una denominación como Rioja con tantas y múltiples variables.

Medio siglo después hay suficientes botellas para conocer las características que nos dejó la cosecha del 64, única, singularísima y tan abundante para la época que hizo buena una sentencia precisa: para hacer buen vino sólo hacen falta buenas uvas.

En el siglo XX se han sucedido todos los cambios imaginables en el mundo del vino. En enología y en viticultura. Quienes pretendan ignorar los cambios en variedades, mezclas, suelos y orientaciones, mercados y tendencias van a tener muy difícil poder comprender lo que ha sucedido en el mundo del vino durante los últimos sesenta años. Los clásicos de ayer causan furor hoy cuando apenas quedan botellas para que las puedan disfrutar unos pocos mientras algunos hacen literatura de la exclusividad.

Las añadas históricas, los viejos vinos, los finos y elegantes, los que tienen historia sin necesidad de inventos de tradición y viñas vieja, aparecen hoy en primera fila y parece que algunos los acaban de descubrir. Tanta redundancia ha terminado provocado hastío entre quienes representan, simbolizan y son la historia misma en la actualidad.

Realidad y sentido práctico. Hasta María José López de Heredia lo reconoce. El negocio de una minoría y de colección. «Se hicieron par aser grandes".

Pero la mejormejor inversión es el vino que nos hemos bebido».

Julio Sáenz, de La Rioja Alta, tiene otras consideraciones paralelas. «Ahí tenemos una cosecha como la de 2001, magnífica, que es una bendición como pocas».

Es cierto que la cosecha del 64 fue un regalo. Muchas bodegas históricas ni llegaron a elaborar el vino; lo compraron hecho a los propios agricultores, lo embotellaron y así, con poco más, se construyó un mito. Para acercarse a la dimensión del 64 hay que referirse a la del 70, un cosecha que parecía interminable.

Y si queremos profundizar en las añadas tendremos que diferenciar hoy entre la calificación oficial y general y las consideraciones específicas de cada vino y bodega; de las valoraciones iniciales y de los resultados posteriores. La cosecha de 1981 apuntaba maneras. 2001 mejoró todo lo imaginable y trasciende en el tiempo. Y otras que recopilamos aquí dejan grabados los vinos en la memoria.

Añadas memorables nos ha dejado el Rioja unas cuantas: 1920, 1934, 1942, 1945, 1947, 1954, 1959, 1962, 1968, 1973, 1981, 1982, 1994, 1995, 2001, 2004, 2005, 2008 y 2012.

Y si dejamos al margen calificaciones oficiales con claras connotaciones comerciales y mencionamos vinos y marcas históricas, cada cual podría anotar aquí las suyas.

Ahí tienen una muestra de Gerry Dawes, un prescriptor americano gran conocedor del Rioja: 1929 (CVNE y Riscal); 1934 (Murrieta); 1942 (Bosconia); 1945 (Riscal); 1947 (Bosconia); 1952 (Monte Real), 1954 (varias bodegas), 1959 (CVNE Imperial); 1962 (Viña Real); 1964 (muchas bodegas), 1970 (hay mucho mito); 1973 (López de Heredia, Muga, CVNE, Riscal, Monte Real), 1981 (Imperial, Viña Real y otros);1982 y 1981 (varias bodegas); 1994 (varias) y 2001 (varias porque fue una gran cosecha para recordar).