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«Mi padre aún me riñe cuando ve lo que hago en el viñedo»

  • Pedro Balda Viticultor Sus mil botellas anuales de vino natural han encontrado un sitio en los mejores restaurantes del mundo

La vida sonríe cuándo y como quiere. Pedro Balda, es doctor por la Universidad de La Rioja -colaborador de Fernando Martínez de Toda y Juan Carlos Sancha en ese gran proyecto de recuperación de variedades minoritarias-, pero ante todo es viticultor: forma parte de una saga de siete generaciones en San Vicente de la Sonsierra. Después de acabar enología hizo prácticas en Australia y Nueva Zelanda, donde descubrió a elaboradores que comenzaban a trabajar sin añadir sulfuroso al vino: «Me centré en la Universidad, pero no quería dejar de 'tocar' el vino y cuando volví le pedí a mi padre que me dejase una pequeña finca, el Majuelo de La Rad». «Tuve suerte -ríe-, eran los malos años de los precios de la uva y aceptó que, si no es así, ni de coña...» Suerte, o lo que sea, tuvo también al salir de Australia: «Pensé que no lo vendía porque me tenía que volver en el avión, pero al final me dieron 1.200 dólares por el coche que allí utilizaba». «Con el dinero decidí comprarme dos buenas barricas y así nacieron, en el 2008, los primeros vinos de Majuelo de la Rad».

La filosofía, aprendida en las antípodas, la tenía clara desde el primer momento: viticultura orgánica, manejos de la vegetación y del viñedo pensando siempre en la personalidad de esa pequeña finca, que no llega a una hectárea, para obtener la máxima expresión del tempranillo. Ahí acaba casi todo: recogida manual, en una primera selección para los mejores racimos para su Vendimia Seleccionada, y, el mismo día, una segunda pasada para el Cosecha, con los racimos más compactos que darán una concentración algo menor.

Tras los despalillados, grano a grano a mano para el primero, y con máquina pero sin estrujar para el segundo, el vino va directamente a las barricas donde fermenta tranquilamente a su aire, sin adición de levaduras ni bacterias ni ningún otro agente acelerante. Ni prensado ni filtrado: «Intento dejar que todo ocurra de forma natural».

Cuando Pedro Balda comenzó con sus vinos nada se oía de los vinos naturales y de la corriente ávida de un grupo de consumidores dispuestos a pagar bastante más por este tipo de botellas como sucede hoy en día: «No pensé comercialmente entonces ni ahora; tengo 1.000 botellas, pero no me planteó elaborar más». «Es una pequeña finca que da lo que da y la gran satisfacción es comprobar que los vinos envejecen con el tiempo y que se pueden hacer cosas nuevas buscando un vino más saludable, y sobre todo auténtico». Balda, que sigue riñendo con su padre cuándo éste le ve descargando racimos en las viñas, ha colocado su vino en algunos de los mejores restaurantes del mundo y exporta con cupos a Brasil, EEEU, Japón, Australia, China, Bélgica, Suiza... «Los importadores me buscan y admito que me sorprende, pero hago lo que me gusta; no pretendo hacerme rico».