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Cumplir las expectativas

Un catador, con una copa de vino :: Reuters
Un catador, con una copa de vino :: Reuters
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Es inherente a la naturaleza humana el hecho de crearse expectativas. Son ilusiones que nos generamos de manera inconsciente y que la mayoría de las veces están fuera de nuestro control. Muchas veces estas expectativas vienen creadas por información del exterior, mientras que en otras ocasiones somos nosotros mismos quienes les damos forma en función de nuestros deseos o nuestra experiencia. Está claro que cada persona se crea sus expectativas y que cuando no se cumplen viene la decepción, que cada persona gestiona de una manera diferente. Aquellas personas que suelen esperar poco, pueden ser capaces incluso de encontrar satisfacción ya que se han creado expectativas muy bajas mientras que aquellas personas con altas expectativas suelen sufrir un mayor grado de decepción y por lo tanto tendrán mayor dificultad para satisfacer sus aspiraciones.

En el mundo del vino es muy habitual el hecho de que el consumidor tienda a crearse expectativas, quizás sea más habitual cuanto más reciente sea su afición por este mundo y todavía esté explorando el estilo de vino, la zona geográfica o el productor que más se ajuste a sus gustos y que por lo tanto más placer le produzca a la hora de disfrutar de una botella. En el caso de aficionados más experimentados y con un criterio más definido las expectativas quizás sean más realistas debido al mayor conocimiento.

De todas las maneras es inevitable crearse expectativas debido al continuo bombardeo de información al que estamos sometidos. Las guías, críticos y blogs de Internet nos descubren todos los años nuevos vinos que son puestos por las nubes y que todo aficionado desea adquirir o tener la posibilidad de catar.

Lo mismo ocurre con la aparición de nuevas zonas geográficas, que, nos dicen, están revolucionando el panorama vitícola y enológico o de productores que despuntan entre el resto por la calidad de sus vinos vinculados siempre a un terruño excepcional y una elaboración generalmente más artesanal que los convencionales. Todo esto crea unas expectativas que no se verán confirmadas hasta que se descorche la deseada botella lo cual nos puede dar un enorme placer o generar una absoluta decepción.

También existen etiquetas míticas a precios desorbitados y producciones muy pequeñas que hacen de estas botellas piezas codiciadas por cualquier aficionado. Debido a su alto precio y a su escasez, son vinos icónicos, pura imagen de la exclusividad, la excelencia y la quintaesencia de lo que debe ser un vino. La gran mayoría de los mortales tenemos que contentarnos con fantasear sobre ellos cruzando los dedos para que en alguna feria o cuando se alineen los astros tengamos la oportunidad de catarlos. Esto nos hace crearnos unas expectativas que, en mi opinión, difícilmente podrán ser cumplidas. Así que, llegado el momento de poder probar el preciado vino, supongo que una sensación de decepción nos invadirá ya que en nuestra mente nos habríamos creado una imagen del vino perfecto y aunque la calidad del mismo esté fuera de toda duda es complicado que llene nuestra ilusión mental. Quizás si el vino lo pagamos nosotros como mecanismo de defensa pensemos que la calidad del vino justifique su estratosférico precio.

Por ello, me gustaría recomendar al aficionado al vino que en la medida de lo posible evite crearse estas expectativas, que se acerque a los vinos con la mente abierta y espíritu crítico y que si tiene posibilidad cate los vinos a ciegas. Todo esto evitará tener ideas preconcebidas sobre la etiqueta que va a catar y sobre todo le va a permitir desarrollar su propio criterio, lo que le facilitará encontrar el estilo de vino, zona de producción o elaborador que más le satisfaga. Este criterio que va a ir forjando a lo largo de su vida, y que posiblemente vaya cambiando a medida que vaya catando nuevas referencias, le va a permitir disfrutar de los vinos que le gustan y crearse expectativas más ajustadas a la realidad.