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A jugar se ha dicho

Imagen de archivo de una cata ciega con alumnos de la Universidad de La Rioja. :: Díaz Uriel
Imagen de archivo de una cata ciega con alumnos de la Universidad de La Rioja. :: Díaz Uriel
  • El enólogo propone al aficionado ejercicios de cata ciega

  • Orío considera que la mejor manera para aprender de vinos es probarlos sin etiqueta, lo que ayudará a valorar los precios más justos

Estamos en verano y me gustaría proponer un curioso juego, tan sencillo como la cata a ciegas. Hace un mes aproximadamente acudí a una Master Class organizada bajo el paraguas de Master of Wine, un título que ostenta un selecto grupo de personas que se han enfrentado a duros exámenes. Entre ellos, se les exige en una cata a ciegas que conozcan variedad, país, región, tipo de vino. y, como se pueden imaginar, vinos en el mundo hay unos cuantos.

Personalmente, hace poco me enfrente al 'Desafío Verema', en el que había que intentar identificar seis vinos anónimos, lo que es enormemente dificultoso. Todo ello me ha hecho reflexionar sobre que si realmente queremos aprender a catar lo mejor es hacerlo a ciegas: beber un vino con etiqueta es para disfrutarlo, mientras que beber a ciegas te hace 'sufrir' y aprender.

¿Cómo consiguen los Master of Wine tener este conocimiento para pasar el examen? Con trabajo, trabajo y más trabajo y, en gran parte, catando a ciegas. Yo empiezo a estar harto de escuchar a supuestos expertos que catan viendo la etiqueta y comentan, por ejemplo, «cómo se nota la acidez de este albariño porque procede de un clima atlántico; cómo se nota que han usado barrica francesa por los matices de caramelo y especias»; «en este vino la acidez del mazuelo es muy característica»... Pero ¿qué pasaría si le das una copa llena de vino y le dices oye que te lo comente?.

En este supuesto pueden suceder varias cosas::

1. Que el tío sea un 'echado para adelante' y se ponga a hablar del vino como si lo conociera sin tener ni idea de lo que está hablando. En la mayoría de las ocasiones, no acertará ni de coña.

2. Que el tío sea muy comedido y diga que la cata a ciegas es muy difícil y que él cree, supone..., pero todo sin mocharse con el conocimiento de la gran dificultad de catar a ciegas.

3. Que el tío haya catado mucho a ciegas y que, aún sabiendo de la dificultad, lo reconozca y gracias a su entreno acierte el tipo de vino que está probando. Mi propuesta es que practiquéis. En Mercadona, o cualquier otro supermercado, ahora que es verano, hay una selección de vinos blancos (albariño, verdejo, chardonnay, viura..) que nos permiten, a buen precio, intentar averiguar qué estamos bebiendo.

Pagar por el vino

Comprobaréis la dificultad de catar a ciegas: todos los vinos os parecerán muy semejantes, en unos notaréis un aroma diferente, mejor o peor, mayor o menor acidez... Una vez que los hayáis catado, intentad memorizarlos y al descubrir las botellas seguramente os llevaréis alguna sorpresa.

Este mismo juego se puede hacer otro día, por ejemplo con una selección de crianzas de Rioja, de reservas... La sorpresa está asegurada, ya que en la cata ciega no existe la imagen de marca. Esta educación en la cata ayuda luego a pagar por un vino su valor justo, el de nuestro propio gusto y criterio.

En la cata ciega se agudizan los sentidos mucho más de lo que se pueda pensar. La única ayuda es el conocimiento la memoria. Para entender y apreciar los vinos hay que catar, catar y catar, de la misma forma que para el fútbol, como decía el gran Luis Aragonés, hay que ganar, ganar y ganar.