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Un momento crucial

Un momento crucial

  • Los terruños de Rioja salen a la luz con propuestas para diferenciar una denominación hasta hoy única

E s el debate actual del sector. Las comarcas geográficas, los vinos de pueblo y de finca son una realidad histórica en Rioja que empieza a reclamar el protagonismo que el innegable modelo de éxito de una denominación 'única' había dejado en segundo plano.

En el año 2008, Diario LA RIOJA sorprendió con un suplemento titulado 'La Tierra de los Mil Vinos' -una frase del bodeguero Miguel Ángel de Gregorio'- y ahora vuelve a presentar una publicación especial con una selección básica de comarcas vitícolas (habría varias más, incluso subdivisiones por delimitar) que contribuye a rescatar de la memoria la autenticidad de vinos que no entienden de fronteras políticas y administrativas, sino de microclimas, suelos, variedades y prácticas culturales, es decir, de los propios terruños.

Los resultados económicos de Rioja en las tres últimas décadas son incuestionables: de 47.000 a 63.500 hectáreas y de 150 a 400 millones de botellas comercializados, pero la competencia entre grandes grupos vitivinícolas, capaces de poner en el mercado vinos de calidad a precios ajustados, y pequeños viticultores y bodegas de tamaño medio, con mayores costes de producción, empieza a plantear dudas sobre si son necesarios ajustes.

El gran factor que distingue a Rioja respecto a otras zonas vitícolas españolas es que conserva 16.413 viticultores, es decir, un amplio reparto social del viñedo que empieza a verse amenazado por un mercado global y por la liberalización de plantaciones.

El mercado demanda vinos de calidad a precios cada vez más competitivos, pero, paralelamente, convive otro grupo de avanzados consumidores, ávido de información, dispuesto a pagar un precio elevado por botella pero que quiere saber de dónde procede la uva, cómo se cultiva, cómo se elabora y, más que una marca genérica, esta dispuesto a comprar una filosofía de vida.

El reto al que se enfrenta Rioja es hacer convivir armónicamente ambos modelos de negocio porque, con una producción anual de 300 millones de litros de vino, no hay futuro sin las grandes y medianas compañías que compran la uva. Ahora bien, las elaboraciones más auténticas apegadas al territorio necesitan también un respaldo legal, una diferenciación con la que justificar ante los consumidores del mundo por qué tienen una identidad propia.

Bodegas Artadi fue quien abrió la caja de los truenos al anunciar que abandonará la DOC Rioja, pero detrás de todo, y pese a las derivaciones políticas del asunto, el asunto afecta por igual a viticultores y bodegas de Rioja Alavesa, La Rioja Alta y Baja. La clave es la revisión de un modelo basado en un paraguas común, que ampara a todos por igual, a vinos de dos y de cien euros, y unas menciones tradicionales de calidad (crianza, reserva y gran reserva) ya obsoletas.

Los pequeños bodegueros, como los recientemente surgidos en la asociación 'Rioja&Roll' (a varios de ellos pueden encontrar en estas páginas), no entienden de fronteras y reclaman amparo administrativo para vivir con explotaciones modestas. Y no se pierdan el debate, con cuatro bodegueros que en los pasados años 90 fueron los que renovaron Rioja (páginas 50 a 56), y que, lejos de mensajes rupturistas, ponen los puntos sobre las íes: «Sin cambios, Rioja no es sostenible», concluyen.