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Con el precio del vino, algunos restaurantes 'invitan' a pedir cerveza. :: s.t.
¿Por qué el vino tiene que pagar el pato?

¿Por qué el vino tiene que pagar el pato?

Una gestión razonada de los stocks de la bodega del restaurante permitiría brindar un producto de calidad y ofrecer cada vino en el momento de consumo más adecuado | Los precios elevados en los restaurantes no benefician en nada al sector... pero tampoco a los establecimientos

ANTONIO REMESAL VILLAR

LOGROÑO.

Miércoles, 10 de enero 2018, 10:21

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Es de general opinión que los márgenes que los restaurantes aplican al vino son altos. Cada empresa fija su política de ventas, así que para un mismo vino nos encontramos que su precio oscila en un rango muy amplio. Normalmente se multiplica por dos el precio de adquisición, lo cual no está nada mal, pero en los vinos más baratos puede llegar a multiplicarse hasta por cinco. Una ganancia de nada menos que un 500% sobre la suma de los costes de producción de la uva, elaboración, distribución y beneficios consiguientes de todos los operadores hasta que llega el vino al restaurante.

Otra pauta habitual es cargar una cantidad fija por botella, de modo que son los vinos de menor coste los más perjudicados. Añadir entre 4 y 6 euros por botella es lo habitual, prácticamente lo mismo para un vino joven que para un gran reserva o un vino especial. Es por eso que en muchos restaurantes saltar de un vino mediocre a uno digno no supone más que unos pocos euros por botella.

Si nos referimos a vinos de la DOC Rioja, los precios con los que nos encontramos en las cartas de restaurantes españoles fluctúan entre 5 y 10 euros para un vino joven, de 13 a 20 para un crianza y de 15 a 30 para un reserva. Fuera de España es otro cantar: los precios en restaurantes suelen ser más altos, con la salvedad de que suele existir la opción de pedir el vino por copas con lo que se puede acceder a referencias que de otro modo no nos podríamos permitir.

Un precio abusivo del vino deriva a otras bebidas y en caso de que los clientes opten por vino disminuye la rotación

Supongo que en la mente de los que llevan la gestión económica del restaurante está la de suplir con el vino parte de los costes totales del mismo, de forma que al final el vino tiene que «pagar el pato», pero esto ni beneficia al vino ni tampoco al restaurante. No hay una regla fija pero he observado que cuanto mejor y mayor surtido tenga el restaurante en su bodega menos suele cargar por él. Su mayor inmovilizado y menor ganancia por botella queda compensado con una mayor rotación y satisfacción del cliente. Cuando el precio es accesible las botellas caen una tras otra con alegría. Parece que en esta cuenta no han caído muchos restaurantes que a la vista del precio del vino nos están invitando directamente a pedir una cerveza bien fresca.

Un precio abusivo del vino deriva a otras bebidas, principalmente agua y cerveza y, en caso de que los clientes opten por vino, disminuye la rotación.

Una mesa escasa en vino cuando la comida lo pide deja una sensación de parquedad en los comensales que seguro no es la que desea el restaurador. ¿No sería mejor cargar un poco más en los platos que sobrecargar el precio del vino? Es entendible que los productos perecederos, como puede ser una carne, un pescado o una verdura, se presenten caros en la carta ante la incertidumbre de que, si no se venden en un margen de tiempo más o menos reducido, el cocinero o propietario se los tenga que comer con patatas.

Ahora bien, esta justificación no es aplicable al vino: el vino es un producto que si se sabe elegir no solo no empeora con el tiempo, sino que, bien tratado y almacenado, mejora multiplicando su precio con los años. Una gestión razonada de los stocks de la bodega del restaurante permitiría, a partir del «vino de la casa» -figura de la que no se saca el suficiente rendimiento- brindar un producto de calidad, ofrecer cada vino en los momentos de consumo más adecuado e incrementar la satisfacción del cliente. Además se incentivaría el consumo e incluso se podría atraer al restaurante a clientes aficionados al vino dispuestos a catar referencias varias. Está claro que el objeto de un negocio es ganar dinero, la forma de hacerlo puede ser a base de vender mucho con márgenes reducidos o menos con márgenes amplios.

En un negocio de restaurante, establecimiento donde se sirven comidas y bebidas a cambio de dinero, puede parecer indiferente que el margen provenga del «comercio» o del «bebercio», pero no lo es. Un tratamiento inadecuado, sea de la comida o de la bebida, puede ser igualmente perjudicial para el prestigio del restaurante. Entiendo que el mérito de un restaurante es hacer comida rica y en lo que se refiere al vino, no lo es tanto servir referencias exclusivas, sino hacer una buena elección de la bodega, con condiciones de guarda y servicio digno y con precios ajustados. Es por esto que abogo por que los restaurantes dediquen sus esfuerzos a estos menesteres, que no son otros que el de la excelencia y huyan de lo fácil: del sota, caballo y rey de los vinos y precios altos. Y es que los atajos, en esto y en casi todo, no suelen llevar a buen término.

Otra cuestión fundamental es la rotación que el restaurador debe hacer de sus vinos. La restitución de stocks debe ir relacionada no solo con las ventas de cada referencia, sino también con el servicio de reposición de cada bodega, de las condiciones que el local tiene para la conservación del vino y con las posibilidades de mejora o no que el vino tenga en el tiempo. Las existencias deben ser lógicamente mayores en las referencias de mayor rotación pero relacionadas con las posibilidades de «guarda» del vino y del restaurante. No debiera preocuparnos, si tenemos una buena bodega, que en aquellos vinos que evolucionen bien con el tiempo su oferta sea superior a la demanda; ya habrá tiempo de recuperar el dinero con un vino que ganará de precio exponencialmente con los años si se ha elegido bien.

En definitiva, los precios elevados en los restaurantes van en contra de la difusión de la cultura del vino como elemento tradicional e insustituible dentro de nuestra gastronomía y es uno de los motivos por los que cada día el consumo es menor. La calidad de un restaurante se mide no solo por su cocina y el servicio que presta, sino también por disponer de una bodega a un precio razonable. Distintivo este último, vino de calidad a precio contenido, que no deben faltar en ningún restaurante riojano. O al menos eso es lo que esperamos los que aquí vivimos y, con más motivo, los que nos visitan atraídos por nuestra vinicultura.

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