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Personalidad embotellada

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Un momento de la cata / D.U.

  • Javier San Pedro muestra para lomejordelvinoderioja.com su concepto de la tipicidad histórica de Laguardia con unos vinos hechos a imagen y semejanza de su autor

Puro 'nervio'. Así es Javier San Pedro y así se muestran sus vinos, que reflejan no sólo la tipicidad de antaño de su pueblo, Laguardia, sino la propia personalidad del autor. El joven viticultor presentó el pasado miércoles por la noche en el club de catas de lomejordelvinoderioja.com su colección de vinos parcelarios, un proyecto personal (Bodegas Javier San Pedro) que inició en el año 2013 y que en el 2017 culminará en una primera fase con la puesta en funcionamiento de una bodega propia en Laguardia.

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Javier San Pedro pertenece a una quinta generación de viticultores y, aunque en la actualidad ha tomado los mandos de Vallobera, la bodega familiar, sigue desarrollando su propio camino: “Cuando empecé en Vallobera, con 17 años, hice un vino de alta gama y yo pensaba que era un enólogo muy bueno, pero me di cuenta de que no era yo, sino el viñedo; que con la mejor parcela de viñas viejas, era muy sencillo hacer el mejor vino, así que decidí explorar por mi cuenta”.

El viticultor elabora dos gamas de vinos, Cueva de Lobos, con los viñedos más jóvenes que controla (de menos de 20 años) y con perfil más alegre y juvenil. A la cata acudió, sin embargo, con toda la 'artillería', la colección Viuda Negrade vinos parcelarios, con la que muestra las extraordinarias posibilidades de un único pueblo de Rioja, Laguardia, y con la que, además de su concepto de tipicidad municipal -vinos frescos y largos, pero no excesivamente voluptusos-, pone de manifiesto su sello personal: el nervio, la viveza y la raza.

La cata

Javier San Pedro comenzó con el Crianza Viuda Negra, un vino procedente de una selección de uvas de seis parcelas distribuidas por diferentes zonas del municipio de Laguardia, en todos los casos cepas de más de 20 años. No responde a los cánones de un 'crianza' convencional y, pese a los 14 meses de envejecimiento en roble francés, la madera queda totalmente relegada a una segunda función: aterciopelar en la boca los taninos pero dejando rienda suelta a la expresión primaria de un vino muy frutal.

Después del vino de pueblo, el viticultor comenzó con los parcelarios. En primer lugar, con el Viuda Negra Prado de las Almas, un rosado (tempranillo 100%) de una finca cuyas uvas iban anteriormente a la gama Cueva de los Lobos y a las que ahora Javier San Pedro ha encontrado un nuevo acomodo. Es un rosado muy fresco, una curiosa experimentación que el enólogo fermenta en barricas de roble francés y cría con sus lías en robles de 500 litros: “Los vinos de Prado de las Almas eran muy aromáticos, pero muy ligeros para un tinto, así que, tras probar un rosado 'convencional' en el bar de mi pueblo, pensé que podía hacer otra cosa diferente pensando más en un vino de guarda”. De momento, el vino es pura chispa muy bien encajado con las tenues notas de madera y, como sospecha el propio autor, ganará con unos cuantos meses de estancia en botella.

Lo mismo sucede con el Viuda Negra Nunca Jamás, toda una declaración de intenciones de Javier San Pedro: Como Peter Pan, el viticultor no quiere que su vino 'crezca'. Tiene una gran potencia aromática y unos taninos, incluso afilados, que se irán domando poco a poco con el reposo, pero que San Pedro lo deja a criterio del consumidor: “El que quiera guardarlo un poco más, perfecto, pero a mí me gusta así; es un vino que vendemos en el mismo año, pero que ha sido elaborado y criado en barricas francesas nuevas, aunque mantiene la idea de fruta fresca, para beber a 'trago' y a diario”.

La Taconera es la viña de los ojos de Javier San Pedro. Apenas media hectárea plantada en 1921 que Javier San Pedro compró hace seis años, con retorcidas cepas de dos metros de altura que tardó cuatro vendimias en recuperar, incluso después de convertir en leña viejos brazos con la motosierra: “Nos daba 2.500 botellas cuando empezamos, pero ahora la hemos dejado en 900”. Eso sí, es un gran vino, muy trabajado también en la crianza como todos, largo, con potencia pero sin abusar y con la frescura que caracteriza a todos los del bodeguero. Un vino que no cansa y de los que siempre se acaban antes de terminar la comida o la cena.

Javier San Pedro cerró la cata con dos blancos. Viuda Negra Villahuercos es su apuesta por el tempranillo blanco, un vino de una parcela (la primera que plantó en su vida) de 0,9 hectáreas: “Lo del tempranillo blanco fue un flechazo cuando estudiaba enología en La Laboral; lo vinificamos experimentalmente y me encantó”. San Pedro asegura haber encontrado en este variedad un potencial extraordinario: “Su volumen en boca, su capacidad de guarda, su regularidad, su acidez...”. “Para mí -continúa- es una bomba”.

Para terminar, Viuda Negra Vendimia Tardía, un semidulce (viura 100%) de una parcela al norte del municipio que la familia que Javier San Pedro deja vendimiar hasta, casi, la podredumbre por botrytis: “En Vallobera veíamos que ese blanco nunca llegaba a madurar y normalmente no la vendimiábamos porque ya había entrada el tinto y era un incordio”. “Ahora -continúa-, la estamos cultivando expresamente para este semidulce y recogemos las uvas cuando empieza a salir un ligero velo de botrytis”. El resultado es espectacular: un blanco maduro, como comer granos de uva dulce, con ligeras notas de la barrica francesa donde se cría 6 meses pero con una frescura y acidez que le augura larga vida por delante: “Llevo cinco añadas y, según avanza el tiempo, cada vez está mejor”. Más opciones para la viura, tan denostada en Rioja, pero que si se cultiva con un fin demuestra una extraordinaria versatilidad.

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