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Alberto Gil
Logroño
Domingo, 29 de abril 2018
«Hay que tener al menos dos cosechas, una en la bodega y otra en el banco». Es habitual oír a los viticultores y cosecheros veteranos esta sentencia u otra similar que, con resignación, aplican cuando la naturaleza se ceba con los viñedos. Así sucedió hace exactamente un año, cuando una feroz helada, en temperaturas pero especialmente en tiempo, arrasó buena parte de las cepas de Rioja Alta y Alavesa.
Diferente al precedente de 1999, cuando el área de influencia fue mayor pero con una brotación menos adelantada y menos tiempo bajo cero, la preocupación de los viticultores no se extendía únicamente a la campaña pasada, sino a las venideras y, especialmente, a la que acaba de comenzar: «Nuestros viñedos son de secano y tuvimos que traer agua en tuberías desde muchos kilómetros porque nos temíamos lo peor», recuerda Miguel Ángel de Gregorio, bodeguero de Finca Allende (Briones). «Cuando vi las viñas a las ocho de la mañana -continúa- pensé que habría algún margen de recuperación pero a mediodía vimos cómo los pámpanos caían por su propio peso al suelo y nos dimos cuenta de que la cuestión era muy grave y que no sólo las yemas estaban afectadas, sino también la madera y, por tanto, el futuro de los viñedos».
Briones fue una de las 'zonas cero' de la helada y de hecho la parcela en la que De Gregorio conversa ahora con el periodista (plantada en 1942), Gaminde, fue afectada al 100%: «No libró una cepa...; la poda ha sido terrible porque cada planta tenía una necesidad diferente: en unos casos ha habido que cortar brazos, pero en otros hemos optado por intentar abrir un pámpano más abajo y esperar acontecimientos».
Las cicatrices de la helada están a la vista. Mientras en los viñedos más jóvenes pueden apreciarse nuevas varas (sarmientos) conducidos a los largo de gran parte de los emparrados, en las viejas la habitual estampa de los tres consistentes brazos del vaso de Rioja Alta se entremezclan con otras cepas que no tienen más que dos, uno o incluso ninguno pero de cuyos troncos asoman pequeños brotes que en el futuro podrían formar un nuevo sólido brazo: «La reconstrucción de los viñedos será cuestión de varios años».
En todo caso, Miguel Ángel de Gregorio no oculta su «sorpresa» por el estado actual del viñedo tras la catástrofe de San Prudencio en el 2017: «La brotación está siendo sorprendentemente muy homogénea y la inducción floral marca fruto». «Falta por ver cómo la planta recupera el equilibrio fisiológico, pero la capacidad de recuperación de la viña es increíble». Detrás, muchos jornales en limpieza de las viñas tras la helada, fuertes inversiones para llevar el riego a sitios casi imposibles con el fin de descongelar raíces e irrigar las maltrechas plantas y largas jornadas de poda y cirugía a la carta que continuarán ahora también con la espergura para limpiar falsos brotes o para intentar consolidar los mejores: «Evidentemente, el coste económico es tremendo pero la cosa pintaba mucho peor hace unos meses». De hecho, la sequía se prolongó hasta casi final de año y el viñedo siguió sufriendo. Finca Allende recogió el 25% de producción en las dos hectáreas de Gaminde, pero la lluvia posterior ha sido fundamental: «Vuelve a haber vida en el suelo y la planta se ha reanimado; la viña es increíble».
Rafael Usoz, director técnico de Bodegas Sonsierra, controla unas 500 hectáreas en San Vicente, municipio un poco más adelantado que Briones en brotación aunque con una semana de diferencia entre las zonas más bajas sobre las más altas, por encima de los 600 metros: «La muestra de fertilidad que viene es muy buena -explica-, con dos racimos probables por yema en casi todos los casos». «La verdad -agrega- es que la recuperación está siendo increíble y era difícil pensar hace unos meses, con la sequía prolongada, en una situación como la actual».
La cooperativa de San Vicente recogió apenas el 42% sobre el 'papel' asignado y apenas el 32% de un año normal: «Entre el 5% y el 10% del viñedo del municipio, el situado en las cotas más altas, se salvó, pero el resto sufrió muchísimo». Rafael Usoz recuerda en este sentido la terrible mañana de San Prudencio [el santo 'meón', en referencia a la época de lluvias] del año pasado: «Es un día de celebración para los viticultores y nos encontramos con un espectáculo deprimente». «Esperábamos la helada porque estaba marcada en las previsiones, pero no pensamos que tuviera tal intensidad ni, sobre todo, que durase tanto tiempo».
Usoz no echa todavía las campanas al vuelo, aunque sí cree que, al menos en producción, no debería haber problemas esta campaña: «Las previsiones para los próximos diez días no hacen temer en principio heladas y el suelo ha recibido ya más de 400 litros en lo que va de año agrícola, por lo que ahora mismo las expectativas de producción son buenas, si bien en este 'negocio' hay que esperar hasta que la uva llega a la bodega».
Rafael Usoz debutó como responsable técnico en la helada de 1999, el precedente anterior al del 2017 en Rioja: «Fue mi primera cosecha, así que te puedes imaginar cómo me sentí y, sin embargo, al año siguiente nos encontramos con un enorme 'cosechón'». «Cuando la viña descansa, normalmente al año siguiente suele responder si hay buenas condiciones y, por ahora las tenemos».
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