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Lunes, 27 de septiembre 2021, 02:00
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La vendimia mecánica poco a poco va imponiéndose en la Denominación de Origen Calificada (DOC) Rioja. El COVID, especialmente por las restricciones a la movilidad de la pasada campaña, ha sido un importante catalizador para las máquinas, ya que el año pasado casi el 45% de las uvas amparadas fueron vendimiadas por cosechadoras.
La media habitual, pre-COVID, se iba acercando al 40% y es que las dificultades para encontrar mano de obra, las cada vez más exigentes normativas de acogida de temporeros y las duras campañas de la inspección de Trabajo hacen que año a año proliferen más las máquinas: «La cosecha pasada sí se notó la situación de pandemia y las dificultades para encontrar cuadrillas, aunque quizás incluso se esperaba todavía más demanda de máquinas», explica Lorenzo Villaverde, junto con su hermano Pedro Mari, fundadores de la empresa Villavid (Hormilla), que hoy cuenta con siete cosechadoras que trabajan por todo el país.
Villavid comenzó la vendimia el pasado 10 de agosto en Jerez y las máquinas viajan por toda la geografía nacional: «Ahora mismo mi hermano está en La Mancha, pero ya hemos estado también en Rueda, con Bodegas Menade, donde se cosecha todo a máquina y de noche». Lorenzo Villaverde apunta que el cambio climático también afecta a su trabajo: «Las vendimias ya no son tan escalonadas como antes y, por ejemplo, los 15 días habituales de adelanto que tenía La Rioja Baja al final se van reduciendo y, además, con la plantación de variedades tempranas para blanco, comenzamos cada año antes».
Los hermanos Villaverde no paran de agosto a finales octubre, así como las máquinas, que van reforzando cada zona vitícola en función del avance de la vendimia: «Todo el mundo cuando te llama quiere vendimiar ya, pero somos capaces de movernos muy rápido y atender las necesidades». No solo en el coste (unos 190 euros la hora) están las ventajas de la vendimiadora: «Recogemos hasta 60.000 kilos al día dependiendo de las fincas, con lo que el precio calculo que sería la mitad que a mano, pero la ventaja está sobre todo es la rapidez y en la capacidad de organización, ya que la mano de obra es escasa y, en ocasiones, te dejan tirado, mientras que nosotros no fallamos», indica Villaverde.
En este sentido, recuerda que comenzaron con dos máquinas en el año 2005 –cada una de ellas cuesta hoy alrededor de 250.000 euros– y ahora tienen siete: «Somos agricultores, de viña y fruta, y fue una inspección de trabajo, que, aunque la pasamos sin incidencias, nos hizo ver que había oportunidades para este negocio».
Las máquinas funcionan por un sistema de paleadores, que no golpean sino que agitan la planta y desgranan los racimos por vibración: «La propia vendimiadora elimina las hojas y los restos de vegetación que pueda recoger y deja el grano prácticamente limpio y sin estrujar», explica Lorenzo. «La clave de la vendimia mecánica –continúa– es tener los remolques preparados para que en poco tiempo las uvas lleguen a la bodega».
El viticultor considera que sobre la calidad hay mucho que decir: «Es lógico pensar que la vendimia a mano es mejor, más selectiva y menos agresiva, pero te sorprenderían algunos resultados con los enólogos de importantes bodegas». «Los granos tocados por la piedra o pasificados por botrytis –continúa– no los recoge la máquina porque su peso es diferente y, si bajamos las revoluciones, queda alrededor de un 10% sin vendimiar, que son precisamente las bayas más irregulares y menos perfectas». Lorenzo tiene claro que «no voy a desdecir a ningún técnico, pero cuando vemos remolques al sol esperando durante horas para entrar en bodega no tengo nada claro que tengan más calidad que la uva recogida por la máquina». Lo que está claro es que la vendimia ya no es lo que era: ni el encuentro familiar ni la fiesta de antaño, sino un periodo de estrés en la que viticultores y bodegas se juegan el trabajo del año. A medida que se arrancan viejos viñedos, incluso subvencionados, los nuevos emparrados sustitutivos están listos para el paso de las máquinas.
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