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¿Rosados y/o claretes?

Claretes y rosados  y distintos tonos  de color.
Claretes y rosados y distintos tonos de color. / L. R.
  • El enólogo lamenta la falta de impulso de Rioja a los claretes típicos del Najerilla en un momento en que la moda es su color

Llega el tiempo del verano, cuando aumenta de forma espectacular el consumo de vinos más frescos y ligeros, dejando atrás los vinos tintos más potentes y complejos. Los vinos blancos frescos y aromáticos son los que ocupan el mayor segmento de consumo de vino en esta estación, aunque en los últimos años los vinos rosados cada vez toman un mayor protagonismo.

Elaborados siempre en su totalidad o en parte con uva tinta, los consumidores han considerado a los vinos rosados como un producto secundario y poco atractivo, pero las ventas de estos vinos a nivel mundial aumenta cada año, alcanzando en la actualidad un volumen cercano al 10% respecto del total de vinos.

Aunque los expertos y buenos aficionados conocen muy bien la diferencia entre un vino rosado y un clarete, quizás convenga explicarlo, pues son productos muy diferentes que no tienen nada que ver con su nivel de color, si no más bien con la forma de elaborarlos.

Los rosados proceden de uva tinta exclusivamente o mezcla de uva tinta y blanca, cuyos mostos fermentan en total ausencia de las partes sólidas de la uva. Es decir, que se elaboran en «virgen», como si de un vino blanco se tratase, adquiriendo su color característico en una etapa prefermentativa donde los hollejos de las uvas tintas estrujadas ceden color y aromas al mosto antes de la fermentación alcohólica.

Los vinos claretes son muy diferentes, pues siempre se elaboran con una mezcla de uva tinta estrujada y de mosto procedente de vendimia blanca, fermentando los mostos en presencia de los hollejos tintos, adquiriendo su color característico en una maceración hollejo-mosto durante la fermentación alcohólica.

Desde un punto de vista legal, los vinos claretes no existen de manera oficial. Son simplemente asimilados bajo la definición de los vinos tintos, pero la costumbre, muy arraigada en nuestro país, hace que se siga utilizando este término en la actualidad.

Los vinos claretes de más fama en nuestro país son los de Valdepeñas, que se elaboran con un 20 a 30% de uva cencibel (tempranillo) y el 70 a 80% restante de mosto de uva airén; También son muy conocidos los extintos 'claretes de Rioja', como definición de vinos tintos finos descargados de color y muy agradables de beber, donde podía intervenir en su mezcla un buen porcentaje de uva blanca y con maceraciones hollejo-mosto mucho más cortas que las practicadas en la actualidad.

De una manera muy simple, podríamos decir que por su forma de elaboración un vino rosado se parece más a un vino blanco, mientras que un clarete se asemeja más a un tinto. Pero esto no siempre es así, pues todo depende del nivel o cantidad de color (antocianos) cedido por la vendimia tinta, el cual estará relacionado con la cantidad de uva tinta que participa en la mezcla, así como también con el tiempo de contacto o de maceración hollejo-mosto.

El color, o mejor dicho la intensidad de color de los vinos rosados, varía en una amplia gama. Desde los tonos cereza intensos, característicos cuando se elaboran exclusivamente de uva tinta y se obtienen por escurrido o 'sangrado' del mosto, resultando vinos muy estructurados en la boca y dotados de intensos aromas frutales con recuerdos a fresa o frambuesa. Hasta los tonos muy pálidos que se asemejan a la piel de melocotón, con una amplia presencia de mosto blanco. En este caso, los vinos ofrecen unos caracteres de mayor frescura y ligereza en boca, con aromas de menor intensidad y de carácter muy diferente, en el que dominan las frutas blancas con las rojas hacia un segundo plano.

Estos últimos vinos están en la actualidad muy de moda. Casi todas las bodegas que elaboran vinos rosados, han cambiado bruscamente su forma de elaboración, ofreciendo vinos con una uniformidad preocupante y sin duda hijos de una tendencia pasajera. El matiz de su color los define. Los anglosajones los denominan blush, que en castellano significa rubor o sonrojo; los franceses los llaman teinte, traducido como teñido o manchado; y en nuestra lengua tienen un amplio número de nombres: rosicler, aloque, ojo de gallo, blanco manchado, una noche y un día, etc., dependiendo de la intensidad de su color.

Como curiosidad respecto a los vinos claretes y su confusión generalizada con los rosados, citamos los tradicionales claretes riojanos que se producen en la cuenca del río Najerilla, en Badarán, Camprovín, Cordovín, Baños de Río Tobía y San Asensio entre otras localidades, que se elaboran con mosto de la variedad blanca viura, que fermenta en presencia de una exigua proporción de vendimia tinta estrujada y despalillada generalmente de tempranillo, logrando unos vinos con un ligerísimo color rosado. Estos vinos tienen el color de un rosado muy ligero, aunque realmente se trata de un clarete por su técnica de elaboración, pero legalmente se trata de un vino blanco por no llegar al porcentaje del 25% de vendimia tinta necesaria para denominarse como tales.

Todo un galimatías, pero sencillo de entender, si se conoce realmente lo que son y cómo se diferencian los vinos rosados de los claretes. La calidad y originalidad de estos vinos, están de plena actualidad en cuanto a su matiz de color, merecen desde hace tiempo una consideración y diferenciación para los consumidores, aunque por desgracia no se encuentran protegidos en el Reglamento de la DOC Rioja. Otra vez se ha dejado pasar una gran oportunidad comercial: primero fueron los blancos aromáticos y ahora los rosados o claretes bajos de color.