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«Con esta bodega se demuestra que el lujo no está reñido con la tradición»

«Con esta bodega se demuestra que el lujo no está reñido con la tradición»
  • La firma turística riojana ha rehabilitado una bodega del siglo XVIII en el emblemático barrio de las bodegas de Quel para convertirla en museo

  • Esther Lorente Gerente de Riojania

La calagurritana Esther Lorente está profundamente enamorada de La Rioja. Basta con escucharle. Desde la gastronomía hasta el paisaje pasando por el turismo rural y lo que ella llama el 'turismo terapéutico' que ofrece nuestra comunidad. Lo sabe hacer. Lo sabe contar. Y lo sabe transmitir. Hija de un agricultor de Calahorra, heredó de él el amor por la tierra y las historias que escuchaba en su casa de los hombres de campo que buscaban a su padre para arar sus tierras.

Primero se hizo cargo del casino de Munilla. Después crearía, no sin esfuerzo, la firma de turismo rural 'Riojania' por la cual se ha hecho acreedora del Premio Nacional de Excelencia a la Innovación para mujeres rurales que concede el Ministerio de Agricultura gracias a las dos casas rurales con encanto que regenta en Munilla.

Pero Esther, siempre con ideas rondándole por la cabeza, no es de las personas que se quedan paradas esperando a lo que tenga que venir. Su afán de emprendimiento no sabe de límites y ahora cuenta con apartamentos turísticos en Logroño, así como con los que está a punto de abrir también en Calahorra.

Además, acaba de inaugurar una bodega museo en el emblemático barrio de las bodegas de Quel, un conjunto de 'calaos' excavados en la roca y superpuestos en diferentes niveles donde históricamente se realizaba todo el proceso de elaboración. Un lugar lleno de bodegas familiares que antaño servía para el autoabastecimiento y donde la tradición se ha heredado de padres a hijos manteniéndose todavía viva. Un pequeño paraíso, en definitiva, que habla de las raíces y el modo de ser de un pueblo ligado a la tierra.

La bodega de Riojania es un calado histórico conservado en estado original. «El trabajo ha sido duro porque había que sacar todo el potencial que tenía la bodega que era mucho», comenta.

Sobrepasando su puerta original de madera, nos encontramos con un recinto que hace al visitante retrotraerse a aquellos años en los que el vino se hacía a mano sin más ayuda que el saber hacer de los agricultores riojanos. Un homenaje a la tradición vitivinícola y un espacio inspirador donde se catalogan y recogen infinidad de elementos representativos de La Rioja. «Debía de ser una bodega importante porque cuenta con dos lagos, uno para el día a día y otro destinado a la superproducción de uva», opina.

Barriles para el transporte del vino, una tufera original para ventilar el CO2 demoledor para los que trabajaban con las uvas en lugares cerrados, una antigua prensa, decenas de comportillos y una infraestructura original de este barrio. «Como el acceso era un poco deficiente -rememora- se hacían huecos en el techo para poder depositar la uva desde la parte superior de la bodega».

Además, el lugar cuenta con una impresionante colección alfarería relacionada con el mundo del vino. «Es una colección que resume los años de vocación y estudio de mi marido por el mundo del barro», continúa explicando. Ahí se recogen Tinajas de Navarrete, Quel o Arnedo, jarros de Haro piezas de Huesca, Guipúzcoa y Vizcaya... «Con esta bodega se demuestra que el lujo no está reñido con la tradición», afirma desde un lugar idílico que data del siglo XVIII. «Queríamos ofrecerle algo más a nuestro clientes que conociesen esa parte de La Rioja tan desconocida, la de nuestros padres, la de nuestras raíces».

Lo ha conseguido.