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Pedro Ballesteros dirigirá el viernes día 16 la cata magistral de las bodegas del barrio de La Estación de Haro.
Pedro Ballesteros dirigirá el viernes día 16 la cata magistral de las bodegas del barrio de La Estación de Haro. / FRAN JIMÉNEZ

«¿Necesita Rioja poner nombre a sus viñedos?, la respuesta es sí, sí y sí»

  • Ballesteros aplaude el debate actual, aunque recuerda que los grandes Riojas, como los Burdeos, son vinos de mezcla de uvas y de procedencias

  • Pedro Ballesteros Máster of wine

Pedro Ballesteros es, de momento, el único 'máster of wine' español -un selecto club de 'caballeros' del vino cuyo acceso requiere un extraordinario conocimiento de los vinos del mundo y un compromiso real, casi de 'amor', con este milenario producto- y será el segundo 'Maquinista' de la Cata de la Barrio de la Estación, que el fin de semana del 16 y 17 (viernes y sábado) reunirá a profesionales y miles de aficionados en el maravilloso entorno del barrio centenario de Haro. Ballesteros sucederá a Tim Atkin (también 'máster of wine'), primer 'maquinista' que dirigió la cata magistral para profesionales con algunos de los mejores vinos del grupo de bodegas centenarias de la localidad, y propondrá un reto a los asistentes: elaborar por su cuenta algunos de los históricos vinos de Rioja, es decir, ensamblar las diferentes procedencias con que se elaboran.

- ¿Se va a meter usted en cocina con las 'deconstrucciones'?

- Yo siempre estoy metido en cocina (risas). Mi idea es meter en cocina a los asistentes. Será una cata interactiva, no pasiva, porque la grandeza de Rioja siempre ha venido de la mano de la mezcla de vinos de orígenes, subzonas y comarcas, muy diferentes. Un vino de una sola finca, que también puede ser extraordinario, no tiene por qué ser mejor.

- Vaya, va a poner usted el 'dedo en la llaga'. Como sabe, Rioja está trabajando con la diferenciación de vinos y los viñedos singulares...

- Y me parece perfecto. Debatir y discutir es reflejo de la madurez de una región vitícola. Hay mercados para vender vinos muy diferentes. Entiendo que es una vía por explorar y que hay que hacerlo. Se está hablando de ejemplos como Burdeos y Borgoña, pero creo que hay otras opciones como Languedoc, por ejemplo, donde a partir de denominaciones genéricas se trabajó en subdenominaciones más distinguidas y luego en los grand cru. Rioja debe trabajar sin tensión. Si me pregunta si es necesario poner nombre a los grandes viñedos la respuesta es sí, sí y sí.

- ¿Y qué pasa con los vinos históricos, de mezcla?

- Que seguirán estando ahí. Los grandes Riojas han mezclado uvas y procedencias y los Burdeos, también. No tiene sentido decir que un vino de mezcla es inferior, pero para nada es incompatible con identificar los grandes viñedos. Pensar que haces el mejor vino del mundo con 800 botellas de un viñedo es una tontería. Rioja es, sin discusión, la mejor región española para elaborar un millón de botellas de calidad excelente. Hay que estar en todo el mundo con tu vino y eso con 800 botellas no se hace. Rioja debe tener más de 50 bodegas de 50.000 botellas a 50 euros. Eso te convierte en una región, en un país, de 'primera': hoy solo lo son Francia, Italia y EEUU.

- Sin embargo, parece que ahora el 'operador' de un millón o varios millones de botellas es incompatible...

- Todo es compatible y cada cual juega su papel necesario. Rioja necesita lo que hizo, por ejemplo, Marqués de Riscal con Barón de Chirel: grandes vinos con producciones amplias. Rioja es todo un 'país', con una variedad enorme y creo que su gran ventaja es precisamente su tamaño. Ahora bien, debe tener cuidado con que las calidades no bajen de un nivel, como ha pasado algunos años, y respetar la diferenciación de vinos.

- Aquí hemos tenido un 'Riexit' y ahora la amenaza también de varias bodegas alavesas...

- Hay un debate y tiene que haber cambios. No hay buenos ni malos, sino jugadas de ajedrez. No me gustan, eso sí, los componentes políticos, pero soy optimista. Vimos el caso de Cava y como la DO con gran agilidad reaccionó cambiando la normativa y funcionamiento.

- ¿Vive España, no sólo Rioja, un punto de inflexión en este sentido?

- Hay varios puntos de inflexión. Estamos inmersos en un cambio generacional, pero que todavía no es lo suficientemente fuerte a nivel nacional. Nos falta mucho todavía para ser un país vinícola 'civilizado': no hay los suficientes vinos innovadores, divertidos y debemos olvidar el discurso en ocasiones 'casposo' de la tradición. Otro punto de inflexión es que en la exportación debemos dejar de ser el país de los graneles y, por último, el control del mercado. Aquí siguen siendo los grandes embotelladores los que dominan el mercado, no los productores y los propietarios de tierra asociados. El valor añadido sigue sin estar en la uva, en la tierra, y cuando esto suceda llegará de verdad el punto de inflexión para el gran cambio.

- ¿Se la juegan las denominaciones de origen en este proceso?

- Es posible. La vida, no sólo el vino, ha cambiado. Las lealtades hacia las instituciones son diferentes. Tanto a los nuevos productores como a los consumidores no les van las jerarquías ni las inercias heredadas. La gente joven sabe mucho y en Rioja, en particular, hay un 'cluster' de nueva generación muy interesante.