Al igual que el vino se queda en el gusto y en el olfato del consumidor, la etiqueta que acompaña a la botella permanecerá en su retina. Las bodegas son conscientes de ello y por eso cada vez dedican más esfuerzos en encontrar esa imagen que les identifique y en plasme la filosofía de la bodega y del vino.

Sergio Aja, director gerente de Calcco, explica que las etiquetas de los vinos riojanos tenían en el pasado ciertas características que les hacían fácilmente identificables, "por desgracia, Rioja ha perdido en gran parte esa identidad y en algunos casos han querido dar una imagen más moderna y demostrar que no estamos anclados en el pasado. Bajo nuestro punto de vista a veces eso es un error. Si tienes una imagen hay que mantenerla". Algunas bodegas, según cuenta, han podido mantener esa imagen que les representaba y otras, también acertadamente, han cambiado radicalmente su estética.

En cualquier caso, esa imagen siempre tiene que ser una representación del vino y de la filosofía de la bodega.

Hoy en día, en las etiquetas de Rioja se pueden encontrar diseños con una explosividad brutal, calaveras, señores volando, dibujos de niños... todo con el objetivo de llamar la atención del consumidor. "Hay veces que el producto pasa a un segundo plano", asegura Aja.

Y en esto los vinos de Rioja van a la cabeza. Aja explica que "los franceses sienten cierta envidia por el diseño de nuestros productos por esa evolución, sienten que se han quedado atrás".